Abuelos golondrina, ¿problema o solución?

Por 23 abril, 2018mayo 9th, 2019Neuropsicología

“Antonio procede de Villanueva del Campo, un pueblecito pequeño de la provincia de Cáceres. Hace 2 años fallece su mujer, consecuencia de una larga enfermedad de la cuál él ha sido el cuidador principal durante todos los años de la misma. A partir de este momento, Antonio no vuelve a ser el mismo, su estado de salud empeora y, consecuentemente, presenta más caídas y necesita más ayuda para el día a día. Tiene 3 hijos, dos de ellos viven en Madrid y uno en Sevilla. Todos trabajan por lo que no pueden acercarse a Cáceres las veces que les gustaría.

Por este motivo, tras hablar entre ellos deciden que Antonio va a rotarse e irá una vez al mes con cada uno. Al principio, Antonio no quiere salir de su pueblo y trasladarse a vivir con ellos ya que siente “ser una carga” y “sentirse descolocado” en un nuevo lugar. Tras varios meses en esta situación surgen las dificultades (….)”

Seguro que esta situación a más de un lector del blog le resulta familiar.

Muchos han sido los nombres con los que se ha hablado de esta situación, aunque el más conocido es “abuelos golondrina”. Otros nombres que se han utilizado han sido anciano itinerante, abuelo maleta o anciano paquete.

Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de los abuelos golondrina?

Pues la definición más exacta del “abuelo golondrina” podría ser: la persona mayor que es acogida por sus hijos en cada uno de sus domicilios de forma rotatoria o temporal.

¿Cuándo se da más el fenómeno de los abuelos golondrina?

Conforme aumenta la edad de la persona, las probabilidades de padecer enfermedades y perder autonomía son mayores. Con esto, la pérdida de funcionalidad e independencia va de la mano. De esta manera, llega un momento en que el día a día de nuestros mayores se va haciendo más difícil sobre todo en relación a su aseo personal, preparación de las comidas (…)

Como consecuencia, la familia se reúne y valorando las opciones deciden “acoger” a su familiar de modo rotatorio en casa de cada uno de los hijos. Esto se conoce como “abuelos golondrina”. Actualmente, entre un 15-20 % de los mayores de 65 años son dependientes y, de ellos, el 70-90%, son cuidados en su casa. Es fácil entender que la situación que atraviesan muchas familias con el cuidado de su familiar es complicada por lo delicado de la situación y que, por este motivo, son varios cuidadores (normalmente los hijos/as de la persona mayor) los que asumen, cada uno desde su lugar de residencia (muchas veces incluso provincias diferentes) el cuidado.

Ser un "abuelo golondrina" puede ocasionar un problema de adaptación, tanto para la persona mayor como para su familia.

Y ¿Cuáles son las consecuencias para las personas mayores ser “abuelos golondrina”?

De forma inmediata, nos podemos plantear que ser un “abuelo golondrina”, puede ocasionar un problema de adaptación, un aumento de estrés. Ésto se da tanto para la persona mayor que, de forma mensual cambia de residencia, como para la familia que cambia su rutina para “acoger” a su persona mayor.

Por otro lado, desde el punto de vista médico, ser un “abuelo golondrina” también influye en la atención que se le da a la persona mayor. Así, se ve dificultades en la adherencia al tratamiento farmacológico, desajustes en la propia medicación (desde luego, no de forma voluntaria, más bien por desconocimiento o equivocación) o confusión a la hora de trasmitir la información, entre otras.

Como familia, ¿cuál sería la mejor solución para restar inconvenientes a esta situación de los “abuelos golondrina”?

Desde luego, la solución que se puede dar a este problema posiblemente no resulte convincente a todos los lectores de este post. Sabemos que:

  • El fenómeno de los “abuelos golondrina” retrasa la institucionalización, hecho muchas veces, repudiado por la propia familia y valorado solamente cómo última opción.
  • Se ha propuesto desde la parte médica, diseñar historias clínicas portátiles. De esta forma, el control y seguimiento sería posible y las consecuencias médicas para la persona mayor serían menores.

Sin embargo, especialmente la parte que concierne a la persona mayor, su adaptación y el estrés que supone para él/ella salir de su casa  y ser, por tanto, un “abuelo golondrina” y para las familias el “acogerlos” de forma temporal, no estaría solucionado.

Así es, ¿qué nuevas opciones podemos valorar si no queremos que nuestras personas mayores sean “abuelos golondrina”?

  • En caso que fuera posible, sería la persona mayor, en vez de ser un “abuelo golondrina”, la que quedaría en el domicilio siendo los hijos los que roten. Esta opción ya la están haciendo muchas familias y si bien, implica estrés para los hijos/as implicados, en el caso de la persona mayor o, incluso, su familia (hijos de éstos, marido o mujer), se reduce. Esta opción es posible especialmente si los domicilios de los hijos están cercanos al de su progenitor.
  • Una última opción para evitar la situación de que nuestro mayor sea un “abuelo golondrina”, es la contratación de profesional cualificado para el cuidado de nuestros mayores en el domicilio. En este caso, es fundamental hacer una adecuada selección de la persona que va a estar al cuidado de la casa y la persona mayor y un adecuado seguimiento por parte de la familia.

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Un comentario

  • Denia Quino dice:

    No sabía que se llamaban abuelos golondrina, cuando mi hermano estaba vivo nos lo rotábamos las hermanas. Al final eso llevó a problemas entre nosotras por tema de los crios que algunos eran pequeños (mi hermano no era una persona mayor cuando enfermó). Visto lo que ocurrió creo que lo mejor hubiese sido haberlo dejado en su casa, haberle puesto una ayuda allí como una cuidadora y haber ido en familia a visitarlo. No es agradable el tener que asear a tu hermano y ver la forma en la que se desmejora, es mejor disfrutar con la familia de buenos momentos y contratar a alguien para que mitigue los malos.

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